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ISSN 1989-4163

NUMERO 12 - ABRIL 2010

 

Polanski y los Libros que Matan

Inés Matute

Resulta cuanto menos  “comprometido” afirmar que una película te ha parecido un tostón cuando la crítica, al completo, decide que es una obra maestra, la mejor película de un director tan polémico como admirado. Pero resulta que mi opinión es tan subjetiva como la suya, con la única salvedad de que yo no tengo el menor interés en ensalzarla. Vamos, que no estoy a sueldo de nadie y por lo tanto puedo decir lo que honestamente pienso.

Adaptación de un best seller del escritor británico Robert Harris, la película “El escritor” trata sobre un escritor a sueldo- apodados ghost writers en inglés, negros en castellano- que investiga el pasado del ex ministro inglés que le ha contratado para que escriba sus memorias.  Ewan McGregor, que encarna al negro en cuestión, lo hace con tanto celo como falta de mano izquierda, hechos ambos que le colocan en una situación arriesgada. Conviene señalar que su antecesor en el cuestionable honor de escribir dichas memorias, cuyo borrador le es entregado entre medidas de seguridad extraordinarias, murió en extrañas circunstancias.

Como toda película, la dirija o no Roman Polanski, el guión tiene virtudes y debilidades: astucia para retorcer la historia geopolítica de forma provocativa y excesiva sumisión a los vicios de los superventas literarios, es decir, superficialidad y acción a borbotones no siempre justificada. No soy la primera en señalar las similitudes del film con “Frenético”,  la película protagonizada por Harrison Ford: un arranque de impacto, el suspense mantenido y el fácil recurso a pérfidos gobernantes o a los servicios secretos en el desenlace.  Agréguese a esto una esposa lista e infiel, un lío con la secretaria (una Kim Kattral gruesa y muy envejecida, nada que ver con la calentorra Samantha de “Sexo en Nueva York”) y el cocktail está servido.

Aún siendo un thriller, Polanski no estira de la cuerda al máximo. Juega bien equiparando la soledad de Martha’s  Vineyard, recreada en la alemana Sylt por los problemas legales del director, a la de los personajes, reforzada por la vanguardista y fría arquitectura de la vivienda del político y la estupenda música de Alexandre Desplat. La calidad del reparto confirma la ascendencia del director, pero, por alguna razón, se me hizo larga y previsible. Cuando uno adivina quién o quiénes son “los malos” antes de tiempo, es que algo falla. Esperaba mucho más de ella, más Polanski  y más trama, incluso un mayor riesgo cinematográfico, aunque a los letraheridos les fascinará desmenuzar los secretos de la vida de un escritor a sueldo, tema tabú en según qué ambientes.

Ojalá el final hubiera sido otro, pero parece ser que los happy ends están reservados para los cuentos infantiles. Ojalá Ewan McGregor, con el material de primera mano calentito entre los dedos, hubiera firmado, con su propio nombre, todo un superventas. Pero no.

Así es la vida. De algunos.

 
 

Ghostwriter

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